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Morena y el futuro

E

l 5 de febrero, celebración de la Constitución de 1917, y en el Monumento, histórico también de la Revolución Mexicana, se reunió un nutrido grupo de militantes de Morena; muchos de ellos, de la primera hora, los veteranos, que apoyaron al dirigente López Obrador desde antes de que el partido existiera, en las duras y en las maduras.

Eran los históricos, los que sin buscar para sí alguna ventaja, llenaron el Zócalo una y otra vez, recogieron firmas, vigilaron casillas, distribuyeron volantes, caminaron calles y plazas, subieron y bajaron edificios y en ciudades y pueblos llevaron el mensaje del cambio y el periódico Regeneración. Muchos, quizá la mayoría, participaron, después del fraude de 2006 en la organización del gobierno legítimo y lograron que un número muy grande de mexicanos obtuviera la credencial que los acreditó como participantes en ese gobierno sin presupuesto, sin fuerza pública y sin más autoridad que la moral.

El grupo reunido el 5 de febrero no solamente fue crítico de la directiva reconocida, también propuso organizarlo desde las bases, desde los comités de municipios y distritos, es decir, de abajo hacia arriba y para ello, se dividieron en mesas de trabajo y se ocuparon de los temas imprescindibles, como si el partido estuviera en etapa fundacional. Y en efecto, eso sucedía; alzaron la voz frente a la dirección reconocida oficialmente, pero también propusieron que las decisiones importantes y la organización caminarán de aquí en adelante desde los grupos de base, de abajo hacia arriba; les pareció importante que su voz fuera escuchada y que sus decisiones contaran en la organización política.

Durante la campaña, cuando se llamó a simpatizantes, a militantes de otros grupos y caló el lema juntos haremos historia, se entendió que solos, los tradicionales seguidores del candidato que habían participado en las elecciones de 2006 y 2012 no podrían remontar el fraude electoral y la compra de votos; era necesario aceptar aliados.

Eso fue entonces, ahora es otro momento, de organizar al partido no para ganar una elección, sino para crear una institución permanente que en el futuro asegure que el avance obtenido en esta 4T en el poder no sea efímero.

Cada una de las ocho mesas en las que trabajó esta primera convención nacional morenista, se ocupó de algún tema fundamental para la existencia de un partido político; vale la pena recordar el objetivo de cada una: 1) democracia interna; 2) ideología; 3) camino hacia el próximo congreso nacional; 4) defensa de los principios fundacionales; 5) formación política; 6) partido-movimiento; 7) relación partido-gobierno, y 8) transparencia y rendición de cuentas.

Los temas son los necesarios para asegurar que el partido sea una institución permanente. El descuido de alguno de esos capítulos puede o bien acercar al partido a su extinción o, peor aún, desviarlo de sus altos motivos políticos y morales que impulsaron su nacimiento y convertirlo en uno más de los tradicionales partidos mexicanos, que buscan el poder y pierden de vista su origen, sus principios y sus reglas internas.

Morena obtuvo su registro como partido en 2014. Lograr las firmas para esa hazaña no fue nada fácil, pero la participación masiva de los seguidores trabajando de tiempo completo, superó el reto; muchos ciudadanos se interesaron en la política y se incorporaron a la militancia activa. Luego, la primera discusión fue determinar si Morena sería un gran movimiento político o un partido formalmente constituido bajo las leyes vigentes; la decisión final de esa interrogante fue la mejor posible. Morena sería movimiento y simultáneamente partido. La clasificación clásica de partidos de cuadros y partidos de masas quedó superada, Morena tendría una amplia base social participante directa en las grandes causas, pero sería también, un partido en busca del poder por las vías democráticas.

Robert Michels en su obra clásica Los partidos políticos, publicada por primera vez en 1915, ya desde entonces señaló como el riesgo mayor que corre un partido político, que una burocracia se adueñe de él; cuando eso sucede, escribió Michels, se abre una distancia entre militantes de base y dirigencias, se despiertan intereses distintos a los que movieron a los primeros luchadores; las burocracias se concretan a administrar, a sobrevivir ellas mismas y a conservar sus posiciones. El otro riesgo es que como lo señaló Carlos Castillo, del PAN: Al ganar el poder se está en riesgo de perder al partido.

Esta convención nacional morenista tiene el gran mérito de haber identificado muy bien los dos grandes riesgos: el anquilosamiento de las estructuras en manos de una dirigencia adueñada de los órganos internos y el otro, no menor, que el partido se convierta solamente en un apéndice del gobierno y pierda sus posibilidades de una vida propia. En hora buena, ese es el camino, organizarse desde las bases.

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