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A través de la historia de nuestro país

LA DESICIÓN QUE CAMBIO EL RUMBO DE NUESTRO PAÍS

En pleno fragor de la lucha en defensa del voto en las elecciones presidenciales de 1988, ante el gran fraude electoral por “la caída del sistema” y habiendo sorteado más de tres intentos de matarnos a los más cercanos a Cuauhtémoc Cardenas, de haber perdido trabajos, de haber sufrido pérdidas materiales como la de nuestros autos que fueron robados y quemados, después de haber soportado difamaciones, y muchas, muchas amenazas hasta contra nuestras familias. Todo esto, claro, después de habernos querido comprar, con dádivas increíbles y nosotros haberlas rechazado, nosotros, la cúpula de la Corriente Democrática en Chetumal Quintana Roo: el presidente estatal, Abogado Francisco Ayala Corona, el secretario estatal, Abogado Carlos Angulo Oliva, el secretario de organización, Doctor Jose Hidalgo y una servidora, directora de prensa y propaganda. Después de todo esto y con todo o casi todo el pueblo volcado en apoyo al Ingeniero Cardenas, sobre todo la gente del campo que vieron en él la huella del “Tata” y lucharon con todas sus fuerzas y escasos recursos, pero con el corazón en la mano como todos los que estuvimos en ese movimiento. Fueron tan grandes las expectativas que despertó Cuauhtémoc junto con todo el valioso grupo que lo acompañaba que por primera vez vivimos un factor de unión nacional contra un sistema de gobierno caduco, podrido, inhumano y farsante exponencialmente, al grado que, en una concentración en el zócalo desbordado, se acerco al Ingeniero un General del ejercito y le dijo: “Ingeniero, si usted lo dispone, el Palacio Nacional es suyo, sólo ordene”. El Ingeniero le contesto que no, no quería confrontación, no quería un baño de sangre. Eso me dio la justa dimensión del apoyo con el que contó Cárdenas, apoyo que desaprovecho en aras, después lo supimos, de una promesa que jamás le cumplieron, y el baño de sangre que según él evitaría con su actitud pasiva y de indigno sometimiento, se dio, muchos compañeros fueron asesinados por el siniestro Salinas de Gortari.

EL PRINCIPIO DEL FIN.

Un tristísimo día del mes de julio de ese mismo año, nos citaron en Cancún a una asamblea informativa con la presencia del Ingeniero. Vimos a Cuauhtémoc diferente, con un gesto duro que, hasta entonces, había sido de compañerismo y amable. Nos pidió atención y credibilidad y, con voz grave nos dijo: – cito-. “esto se acabó, he llegado a acuerdos para evitar un baño de sangre. Váyanse a su casa y quédense tranquilos porque si siguen atacando el fraude por los medios que sean, los van a matar y nosotros no podemos ayudarlos. No voy a contestar preguntas, no las hagan por favor, así están las cosas, se acabó”- cierro cita.

Nos quedamos mudos, vimos cómo se retiró, subió a su auto y se fue.

¿Qué significo esto para nosotros y para México? Después de cumplir con la penosa y vergonzosa tarea de informar a toda la gente tratando de justificar, con sus propias palabras, al Ingeniero, palabras que sobra decirlo, nadie creyó y entre lágrimas y mentadas de madre por efecto de una inmensa decepción e incredulidad, entramos todos, y me atrevo a decir que, en todo México, consciente o inconscientemente en un estado de coma que le dejó a Salinas de Gortari las manos libres para cometer todas las aberraciones que lastimaron mortalmente a nuestro país. Y mientras el apátrida Salinas cumplía su destructiva tarea en contra de todos nosotros, nos enteramos de que, tanto el hijo del Ingeniero Cárdenas, Lázaro Cárdenas Batel  recibía la promesa de la  gobernatura de Michoacán y Cuauhtémoc la promesa de que, en las elecciones presidenciales siguientes, él sería presidente,  simultáneamente, Porfirio Muñoz Ledo declaraba públicamente que Cuauhtémoc Cardenas había traicionado a todo México, arreglándose bajo la mesa y en lo oscurito, sin avisar a nadie, con Salinas.

Fue un golpe duro, muy duro que apagó todo impulso de luchar para defender lo nuestro, sobre todo porque llegó de parte de quien traía como aval la imagen, el recuerdo perenne del gran Lázaro Cárdenas Del Rio.

Por mi parte lo único que atiné a hacer, fue escribir una carta a Cuauhtémoc diciéndole el daño desmesurado que había causado a nuestro país con su decisión de bajar los brazos, dejar hacer y dejar pasar, Que los zapatos de su padre le quedaron enormes.

Esa carta me la público la revista proceso cuando era una revista decente y fue el propio Muñoz Ledo quien me informó que el Ingeniero la había leído y me enviaba saludos.

Podemos imaginarnos el México que seriamos hoy si Salinas no hubiera metido las manos en nuestras riquezas naturales y humanas; si hubiéramos sostenido nuestra lucha y nos hubiéramos convertido en obstáculo, en piedra en el zapato, en retén para este siniestro personaje que prácticamente regaló nuestro país a manos extranjeras y nacionales sin una pisca de amor por nuestro país. Y la plena consciencia de que fue esa decisión de Cuauhtémoc Cardenas de hacerse a un lado, la que facilito el inicio del saqueo más grande en la historia de nuestro país que duro más de tres décadas la que aunada a mi despertar político en el 68 me mantiene en esta lucha de rebeldía, de indignación, pero también de esperanza de que lograremos cambiar las condiciones de nuestro amado México.

La lucha que hoy libramos desde la convención Nacional Morenista debe cobrar cada día más impulso para ser, con toda la autoridad moral, la conciencia del próximo capitán de nuestro barco, México.

Que la historia nos dé en realidad, las directrices que nos guíen a la nación que soñamos y por la que tanto hemos luchado.

Echaron abajo lo logrado con Lázaro Cárdenas Del Rio, echaron abajo lo logrado con Adolfo Lopez Mateos. No permitamos que echen abajo lo logrado con Andrés Manuel López Obrador, que tantos años de lucha por nuestro país, de este hombre, merezcan hasta la última gota de esfuerzo de todos nosotros. 

A t e n t a m e n t e.

Martha Beatriz Asid Gaytán

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