El 16 de febrero del presente año, 2024, Morena dio a conocer las importantes designaciones para las diputaciones federales en los 300 distritos electorales, como resultado de las “encuestas” realizadas para tal efecto. Llevamos un año hablando del famoso “Plan C”, es decir, ya que la Suprema Corte en alianza con la oposición logró bloquear los planes A y B de la reforma electoral, nos queda solamente el objetivo de que, con los votos masivos a favor de las candidaturas de Morena y sus aliados, consigamos una fuerte mayoría en el Congreso, esto es, logremos obtener la mayoría calificada -dos tercios de diputados y senadores- que nos permita modificar sin obstáculos la Constitución Política de México para facilitar la instrumentación de todos los rubros que requiera la Cuarta Transformación. Este es el “Plan C”. El gobierno de AMLO ya no lo pudo concretar, pero se espera que en el siguiente gobierno y con la nueva legislatura, esto se pueda lograr finalmente.

Para el triunfo de este plan, basta con lograr una arrolladora votación a favor de Morena y sus aliados en la siguiente elección del 2 de junio de este año. La incuestionable aprobación mayoritaria que tiene el gobierno de AMLO, así como la autoridad moral del Presidente, facilitan mucho las cosas y ese objetivo es fácilmente asequible. O al menos así se calculaba. Claudia Sheinbaum sigue creciendo en todas las encuestas como la amplia favorita en todas las encuestas, al igual que Clarita Brugada en la CDMX. Faltaba solamente un pequeño detalle: la definición de las candidaturas a la Cámara de Diputados y Senadores.

Y la decepción que siguió a las designaciones publicadas el 16 de febrero, primero en las bases morenistas, y luego también en la ciudadanía informada, ha sido mayúscula. La mayoritaria presencia en las listas de Morena que fueron dadas a conocer de candidatas y candidatos no solo impresentables, sino claramente reaccionarios y conservadores, está ya causando un grave daño al Plan C. La inconformidad de las bases del movimiento a lo largo y ancho del país no se ha hecho esperar.

El más crudo pragmatismo electoral de Morena no es un fenómeno nuevo. Podría yo incluso afirmar que desde 2018 esta práctica se arraigó en el partido. El buscar candidatos “competitivos”, que “aseguren el triunfo”, tiene prioridad sobre aquellos candidatos surgidos de las bases, aunque sean liderazgos locales o regionales reconocidos. Más aún si los candidatos “competitivos” cuentan con recursos económicos que les permitan hacer campaña y repartir éstos en donde “se deban repartir”. ¿Los principios, los ideales, dónde quedan? Pues guardados convenientemente en un armario, solamente hay que sacarlos para mencionarlos en los discursos. Lo importante es ganar las elecciones; no es gratuito que Mario Delgado diga que le encanta “coleccionar gubernaturas y triunfos electorales”. Para él y la cúpula morenista el triunfar electoralmente a toda costa es el objetivo principal; no importa ni con quién ni de qué manera.

La gravedad de lo que está ocurriendo ojalá no escape a la evaluación de algunos dirigentes de Morena valiosos, comprometidos y de cuya integridad no tengo duda alguna, como Paco Ignacio Taibo II, Martí Batres, Armando Bartra, Gerardo Fernández Noroña o Héctor Díaz Polanco. Está en peligro no solamente el Plan C, sino la continuidad de la Cuarta Transformación misma. El pueblo no votará por los corruptos priistas y panistas que están siendo postulados, dando al traste con el Plan C primero y con la continuidad de la transformación después. Y no votarán por ellos porque sea un mero berrinche, sino porque los conocen y saben de lo que son capaces. “Tonto el que piense que el pueblo es tonto”. Esta tragedia no puede ser atribuible a una militancia “rebelde”, a Convencionistas “divisionistas” -me incluyo en ambas definiciones-, o a la politiquería.

El hecho de llevar a personajes reaccionarios vestidos de guinda al Congreso es retroceder. Además de que están destruyendo toda una mística del movimiento obradorista, tal parece que quieren sabotear desde adentro a la Cuarta Transformación. Espero que Claudia no esté siendo cómplice pasiva o activa de estas componendas e imposiciones nefastas. Así como están definiéndose las cosas, creo que el Plan C no tiene futuro. No tendremos a una Lilly Téllez, tendremos a 100. Y nos traicionarán a la primera ocasión, si es que llegan al Congreso, lo cual dudo mucho. La militancia de base y el pueblo van a castigar muy duramente este pragmatismo electoral, sin principios y reaccionario, finalmente.