Por Nora Delgado*
Dicen los expertos y los no tan expertos (de Twitter) que la marcha del próximo domingo será una marcha en respuesta a la congregación realizada en el Ángel de la Independencia “en defensa del INE”, en donde no marcharán ciudadanos, sino acarreados. Donde veremos escenas de cientos de camiones que darán cuenta de ello y en la que los medios estarán cazando la supuesta violencia que los caracteriza, para decir que los marchantes que acompañan al presidente Andrés Manuel López Obrador, están lejos de la idea civilizatoria que los países occidentales reivindican y a la que le llaman democracia.
Parece entonces que, en nuestro país, no todos tenemos el derecho a ser ciudadanos, pues hay un grupo social que decide quienes son o no son ciudadanos. Este mismo grupo social con pretexto de “la defensa del INE”, ha tratado de reivindicar una democracia que fue duramente cuestionada con la victoria arrasadora de un nuevo proyecto de nación en 2018, diametralmente opuesto, a la de ese grupo ahora quejoso, que en un acto envalentonado sigue apostando por una democracia de las minorías, la de los oligarcas y los expertos, a la que nos sometieron a las y los mexicanos por más de 70 años a costa de empobrecer y saquear al país.
La gente que asistió por voluntad propia (ya que no todos lo hicieron así, lo cual fue documentado por el periodista Álvaro Delgado en un video del que mucha gente fue testigo) conforman un grupo social que es parte de la resistencia del pensamiento conservador y una clase que se identifica a sí misma como “clase media” en ocasiones “gente bien” o “gente civilizada”, la cual sigue pensando igual que sus descendientes que ignoraron el sufrimiento de miles de hermanos y hermanas que también eran mexicanos (según está documentado en el Museo del Monumento a la Revolución) creyendo que México era un país esplendoroso tanto más afrancesado o europeo, es decir blanco.
La barbarie, el autoritarismo y el clasismo del pensamiento conservador del porfiriato solo conllevó a uno de los levantamientos más importantes del país: La Revolución Mexicana. Hoy, ese grupo social contra del cual se levantó la mayoría de la sociedad mexicana en el siglo XIX, se ha sabido reactualizar como “los aspiracionistas”, quienes retoman el pensamiento racista y clasista, consolidado por el dictador Porfirio Díaz, quién según ellos, en su periodo de mandato, México gozó de gran prosperidad económica, en las artes y la cultura, omitiendo la barbarie y esclavitud a las que sometían a las personas que no hablaban español, que vivían en el campo, que fueron desplazados a las periferias de la ciudades por su origen racial y por ser pueblos originarios, principalmente del sur del país.
En ese México porfiriano, ya se hablaba de democracia, incluso nuestro actual Monumento a la Revolución, había sido producto de un concurso internacional para elaborar una cámara alta y una cámara baja que simulara una majestuosa edificación blanca, similar al parlamento estadounidense. En ese México, todavía los indígenas, los campesinos, los que hablaban una lengua originaria y los más pobres no eran considerados ciudadanos, pues muchos seguían siendo esclavos y morían muertos de hambre en las haciendas de henequén.
Desde entonces la idea de democracia se construyó como una sociedad organizada donde solo los expertos y políticos profesionalizados son capaces de representar una colectividad y dirigir a un país porque “ellos son los que saben”, no olvidemos al gabinete de “Los científicos” que asesoraban a Díaz. En esta democracia se obvia una jerarquía en la que una minoría en el poder tiene el derecho a decidir y otra que no lo tiene, ésta última tiene la obligación de obedecer.
Esta idea de democracia, es la que guía a las personas que se congregaron en el Ángel de la Independencia, junto con personajes que han protagonizado fraudes electorales, que han estado en la cárcel por corrupción y oligarcas que no pagan impuestos y violan los derechos laborales.
Aunque la sociedad en su mayoría opine lo contrario y se incline por la aprobación de la reforma político-electoral, han emprendido una batalla infructuosa y ridícula contra el gobierno y la gran mayoría de los mexicanos, quienes el próximo 27 de noviembre marcharán para refrendar una idea de democracia que ha revolucionado la historia de la política, la democracia de los plebeyos, y en la que amplios sectores de la población participaron y dieron su confianza el pasado 2018.
Esa idea de democracia también está siendo defendida desde la Convención Nacional Morenista y sus integrantes al exigir que no se repita una idea de democracia de las minorías dentro del partido MORENA con respecto a la forma en que la dirigencia partidista ha viniendo manejando la participación de las bases dentro del partido.
No solo marcharán morenistas y personas que probablemente se hayan sumado al nuevo gobierno después de haber luchado décadas contra la desigualdad y corrupción en nuestro país, marcharán jóvenes que ahora ocupan un lugar en el congreso, producto del movimiento social de la cuarta transformación, asimismo lo harán familias enteras que se movilizaron porque los cambios se hicieran realidad en el país, probablemente campesinos, adultos mayores, trabajadores de diversas industrias y giros comerciales, también los jóvenes que reconocen el cambio con el pasado, contrario a lo que se cree también los que quieren cambios más profundos e incluso se ha escuchado de algunos empresarios y religiosos (Padre Solalinde) que saben que tienen responsabilidad con la democracia del país.
Marcharán (aún con la guerra de desprestigio proveniente de los medios de comunicación), los que vivían en México, pero nunca se les tomó en cuenta porque no eran considerados ciudadanos, aunque la ley así lo decía. Marcharemos porque se convierte en ciudadano/a no solo quien va a una urna e introduce su voto en ella, sino quien ejerce su legítimo derecho ocupar la plaza pública, donde según los griegos, es el lugar donde se toman las decisiones más importantes del país y del cual proviene la esencia del significado de la palabra democracia, en que δῆμος (dḗmos) es pueblo y κράτος (krátos), poder o gobierno: el poder del pueblo, el gobierno del pueblo.
*Nora Delgado Ochoa es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y actualmente es miembro de la Convención Nacional Morenista, donde se suma al llamado por la defensa de la democracia dentro del partido MORENA, en defensa del proyecto de nación de la cuarta transformación que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador.