Las elecciones dejan un mapa electoral en el que Morena avanza en términos del control de las estructuras estatales y le cierra el paso a gobiernos que pudieran generar un proceso de desestabilización como el que se intentó con la Alianza Federalista que tuvo como su eje la revisión del pacto fiscal, es decir, en el fondo lo que pusieron en duda fue el pacto federal.
Entonces el avance de Morena visto desde esta perspectiva es un hecho positivo. Se le dota de gobernabilidad al último tramo de gobierno del presidente López Obrador y se abren posibilidades de romper los pactos al interior de las diferentes clases políticas especialmente con el crimen organizado, pero no sólo, sino también con una forma de hacer negocios, la del despojo de los recursos sociales para canalizarlos a ganancias privadas.
Este reformismo que ha caracterizado a Morena en el gobierno, y que tiene como principal objetivo quitar las partes más lacerantes que caracterizaron al neoliberalismo, no se ha profundizado en todas las regiones de la misma manera. Esto se debe a que existen aún gobiernos dentro de esta amalgama de fuerzas que ya sea porque no tienen el suficiente respaldo social para poder llevar a cabo lo que se ha denominado una transformación o porque no comulgan del todo con las ideas que se dictan en Palacio Nacional.
El paso siguiente para avanzar hacía un estado de bienestar dentro del capitalismo del siglo XXI es profundizar este reformismo que inició con la elección de 2018, pero que al día de hoy dista mucho de poder consolidarse, hay ante todo un proceso de desmontaje, de eliminación de las aristas más dañinas, pero dejando en pie elementos centrales de la economía neoliberal.
Esto sucede no por falta de voluntad política sino por el dominio que el capital hizo de nuestro estado nacional, su función dentro del mercado mundial, y el patético papel que el régimen neoliberal decidió interpretar. Y es que las zonas de guerra que aún se pueden vivir dentro de nuestro país no son menores y no hay condiciones para desmontarlas en el corto plazo, menos aún cuando se les sigue suministrando armas desde Estados Unidos.
Este no es sólo un fenómeno que se está presentando al interior de México sino es ante todo de orden mundial, es iluso creer que la respuesta al neoliberalismo podría ser la instalación de un estado de bienestar global de forma automática. La crisis económica de nueva cuenta la están pagando los pobres, y esto revela que el mundo lejos de estar entrando a una zona de compensaciones para la clase trabajadora más bien se está preparando para una guerra de mayor duración y de mayor impacto geográfico.
La guerra comercial que se inició en 2016 con China, y las guerras proxies que han adquirido un tono mucho más dramático en Ucrania están aceptando una respuesta económica que nada tiene que ver con un presunto New Deal del siglo XXI como algunos han argumentado. Más bien estamos en un momento en que diferentes fuerzas están chocando para definir el futuro, fuerzas que intentan reorganizar al capitalismo desde procesos de compensación social y fuerzas que lo hacen desde la guerra como mecanismo de recuperación de la tasa de ganancia, a pesar de la estela de muerte que esto pudiera dejar.
En nuestro país esto se expresa con lo que podríamos llamar necropolítica. Esta línea de acumulación por desposesión que se impuso con el neoliberalismo a partir de generar una política regresiva para la clase trabajadora y que al colocarla en una situación de asfixia le abrió el paso a ciertos sectores del crimen organizado para reorganizar a este ejército de reserva y convertirlo en activo dentro de la guerra por las plazas de distribución y logística de la droga.
La reestructuración que hizo el narco vinculado a la clase política y las políticas neoliberales de ciertas regiones del país le permitieron poder controlar ya no sólo la producción de droga sino ante todo la organización de producción agrícola como el limón y el aguacate, la producción ganadera e incluso en algunos casos el manejo de minas de materiales raros. Su punto más alto significó el control del mercado negro de energéticos que iba desde el huachicol hasta la comercialización a gran escala de buques petroleros.
Este nudo de intereses no se ha ido en tres años, y es muy probable que tarde más de una década en hacerlo, en el corto plazo no podrá resolverse el conflicto, aunque empieza a poder disiparse en la medida que las políticas económicas dirigidas a compensar los efectos más depredadores del capitalismo neoliberal empiezan a surtir efectos.
Si se ve desde este mirador, el avance de Morena resulta alentador, pero no por ello habría que dejar de preocuparse ya que el reto por revertir la tasa de violencia en la que vive el país pueda salirse de control, y acabe con la poca gobernabilidad que se ha podido generar. En la oposición saben que dependen de esto para poder recuperar las riendas del negocio que han empezado a perder, ya que para poder sostener este sistema necesariamente pasa por el control del Estado.
Esto nos debe llevar a reflexionar de qué manera puede continuar la profundización del reformismo que se ha instalado en el país desde que gobierna Morena. Si el reformismo es para seguir manteniendo el statu quo o si en verdad se quiere avanzar en romper con esta dinámica y dotar a la sociedad de una mayor participación. Por esto mismo la elección a candidato o candidata presidencial no se puede dar en el contexto del tapado, o peor aún, del dedazo.
La encuesta es un mecanismo que intenta recoger las opiniones de la población y puede ser un buen mecanismo si este va a acompañado de un proceso de reflexión crítica y sobre todo de organización política. Por eso Morena no puede seguir reproduciendo los viejos vicios de la agencia de colocación de empleos de la burocracia partidista y mucho menos mantener una cúpula autoritaria que no permita expresar las diferentes perspectivas que nutren al movimiento. La pluralidad debe asumirse y expresarse poco a poco.
Mientras las cúpulas y las burocracias llevan un camino parece ser que la movilización social ha decidido avanzar de otra forma no queriendo alimentar un simulacro sino llevar a cabo un proyecto de transformación social que permita recuperar a la patria, el proyecto alternativo de nación sigue estando vigente, y hay una oportunidad que esto se pueda seguir consolidando dentro del marco de la revolución pacífica que se ha emprendido contra la necropolítica.
Existen múltiples esfuerzos, uno de ellos es la Convención Nacional Morenista que ha tenido éxitos en varios lugares del país, avanzando en la construcción de una fuerza que impulsa retomar el programa asumiendo la madurez para dejar atrás a la vieja clase política prianista, renovando los cuadros que tanto reclama la sociedad.
La nueva política del (des) tapado debe llevar a la reflexión del programa de nación que cada uno representa, y no por porras que se den en mítines o en oficinas de negocios, o más lamentable aún en oficinas de gobierno, el reto de este nuevo debate público es lograr la responsabilidad política de todos los actores, y en eso se juega el futuro del movimiento, en que cada uno haga lo que su conciencia crítica le dicte para lograr la unidad y la fortaleza del movimiento dejando de lado las mezquindades, la rueda de la historia ya se volvió a echar a andar.