El pasado fin de semana se realizó un ejercicio democrático de buenas intenciones sin duda para renovar nuestro partido Morena.
La información oficial es que se movilizaron de forma libre y voluntaria tres millones de personas, lo que nos convierte en el partido más grande de México. El más numeroso.
A los tres millones les denominan militantes, pero habemos quienes tenemos duda de que vayan a militar en Morena. Militar no significa votar por dinero o despensa, tampoco significa votar y retirarse. Militar significa acompañar los procesos de transformación que plantean los documentos básicos y la dirigencia del partido a través de sus órganos colegiados.
Quisiera no ser negativa, quisiera poder mentirle a la cara a mis compañeros de partido, pero no puedo. Quisiera decir que todos se afiliaron de forma voluntaria y que votaron de forma libre, pero eso no es verdad.
Lamentablemente en diversas partes del país personas que se dedican a movilizar sectores de la población ofrecieron sus servicios y hubo quienes les contrataron. Los precios varían desde 200, 500 pesos o despensas incluso. Las despensas podrían ser del DIF de distintos municipios, lo que significa que personas necesitadas para quienes fueron creados programas de apoyo no recibirán esas despensas, con tal de acomodar consejeras y consejeros en Morena.
Hay que ver al futuro, nuestro partido está creciendo, eso es lo que nos dicen. Yo en cambio creo que no podemos ver al futuro sin ver al pasado.
Morena fue un movimiento antes de ser partido. Antes de Morena los candidatos de izquierda se postulaban por PT, PRD, Convergencia, ahora MC y otras opciones. Obtener la candidatura era difícil, pero más difícil era que las cúpulas de esos partidos no traicionaran de último momento.
La traición de esos partidos consistía en negociar declinaciones, negociar perder, negociar dejar las casillas sin defensa del voto, negociar para no entregar nombramientos, negociar para no realizar un conteo adecuado de voto por voto. Negociar para decir que no hubo fraude, que toda la elección fue limpia y perfecta como sucedió en 2012.
Cobrar por perder fue la forma de vida de ciertas personas que no aspiraban a ganar, líderes baratos que con tres pesos se iban de espaldas. Los militantes de abajo notaron estás traiciones, exigían su nombramiento para defender votos, iban a contar votos aunque no fueran convocados, hacían campaña aún sin candidatos y candidatas.
Andrés Manuel López Obrador debe recordar esas traiciones con más claridad que yo, porque yo me uní a Morena en 2012 y escuché muchas historias de terror, historias que aún no han desaparecido. Cobrar por perder.
Una de mis principales preocupaciones es que se repita la historia previa a Morena, ya que se requiere una continuidad en la transformación del país.
Sin embargo, el partido Morena ha decidido tomar el camino de la autocomplacencia en lugar del camino de la autocrítica. Morena ha decidido vanagloriarse.
Morena como partido dice que tenemos tres millones de nuevos militantes, sin aceptar y mencionar que algunos de ellos trabajan para líderes priístas o panistas, empleados municipales de diversos partidos, diputadxs independientes, por lo que para militar tienen que pedir permiso y esperar la aprobación de sus líderes, la buena voluntad de quienes en ocasiones no quieren participar en ejercicios democráticos cómo la revocación de mandato. Esperar a ver si andan de buenas o si conviene a su agenda personal. Militar por indicación en lugar de hacerlo por convicción.
Las y los candidateables deben ser cautos e inteligentes en su búsqueda de aliados locales, ya que pueden caer en trampas de arena, que en lugar de hacerlos despegar los podrían someter a un piso pegajoso del que difícilmente se podrán escapar. Podría ser que alguien cobré por no tener cobertura el día de la elección en casillas o podrían cobrar por no defender voto por voto, casilla por casilla, dejando camino libre a los profesionales en distorsionar la voluntad popular post elección.
El 2024 se acerca vertiginosamente, los tiempos electorales pasan como un suspiro, pero aún hay buen tiempo para enderezar el camino. Considero que como protagonistas del cambio verdadero de Morena deberíamos dejar la autocomplacencia para después del 2024 y en este momento abrazar la autocrítica, eso es lo único que nos puede llevar a la victoria.
Atesorar y respetar a los militantes previos al fin de semana en lugar de hacerse falsas expectativas con los millones de personas nuevas, de las cuales habrán buenos elementos que conoceremos en el futuro y otros que ya conocemos, que tienen jefes políticos cuyas intenciones desconocemos.
Hay un dicho mexicano que dice: más vale pájaro en mano que ciento volando.
« Jessica Martínez Martínez »