Para personas que conocen poco de la historia reciente de México, el caso del partido Morena parece sacado de las páginas de un libro de “política ficción”, como dijera el clásico. Porque, cómo es posible que un partido que obtuvo su registro oficial en 2014, cuatro años después lleva a la Presidencia de la República a su máximo dirigente e impulsor de su organización. Caso de estudio para politólogos de todos los países. Pero, ¿esto en realidad es así? ¿Morena es un partido que surgió de repente, de la nada? Seguramente, no faltará quien piense que surgió con el Frente Democrático Nacional de la campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Hace poco escuché a Paco Ignacio Taibo II en una entrevista para Julio Hernández (Astillero) explicar sus comentarios recientes sobre Morena, y el riesgo que corre de pudrirse, así como se pudrió el PRD y la importancia que tenía rescatar la memoria del partido y poner atención a sus ideales y principios éticos en lugar del pragmatismo electoral.
Eso me motivó a escribir estas reflexiones. Paco está en lo cierto. Morena no puede ser considerado solamente una estructura electoral que sirva para ganar elecciones. Considerado como movimiento social, viene de más atrás en el tiempo. El registro de Morena como partido político es solamente el último paso de un amplio proceso de luchas sociales que tenían ya un largo camino; para ser más precisos, desde el fin del sexenio cardenista. Con el fin del gobierno del General Lázaro Cárdenas, que fue el punto máximo alcanzado por la Revolución Mexicana, inicia la consolidación del régimen post-revolucionario, que desembocaría en los sexenios del llamado PRI-Gobierno (1940-1982). Durante este periodo, el PRI y el gobierno forman un binomio indisoluble, donde el corporativismo, la cooptación o la eliminación de los opositores, son las prácticas comunes. El PRI es el partido hegemónico y el sistema político solamente permite la existencia de partidos satélites. La derecha conservadora, desde 1939, ya tiene en el PAN a su partido, en una primera fase alineado con la doctrina social de la iglesia católica, aunque posteriormente sus raíces fascistas acabarían siendo predominantes. Su importancia electoral es mínima durante este periodo.
Para entender la importancia del movimiento social que representa Morena, hay que recordar que de 1940 a 1982 (año en que inicia el régimen neoliberal, con el gobierno de Miguel De la Madrid) la lucha de clases en México es representada por la lucha por la recuperación del ideal zapatista y los derechos agrarios, el movimiento ferrocarrilero de 1958-59, el de los trabajadores de la salud en 1966, el movimiento estudiantil popular de 1968 y 1971, la lucha de los trabajadores electricistas del SUTERM en 1974-75, y muchos otros más. El común denominador de todas estas luchas era su oposición al PRI-gobierno. Estas luchas son parte imborrable de la memoria del movimiento de la Cuarta Transformación en curso. Existe un hilo rojo conductor de todas estas luchas con el momento presente. Fueron el antecedente histórico que hizo posible el triunfo electoral del 1º. de julio de 2018. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Morena y el movimiento de la 4T es continuidad de las mejores tradiciones culturales y de lucha del pueblo mexicano. Por eso mismo, hoy en día resulta imprescindible rescatar a Morena del marasmo en que se encuentra, con una dirección secuestrada por personajes que; ahora, solamente persiguen beneficios políticos y su objetivo es usufructuar las mieles del poder para perpetuarse en el mismo, refundando al PRI en Morena.
Con el triunfo del 2018, Morena en lugar de adquirir un mayor prestigio y autoridad moral, paradójicamente se paralizó. Una vez que el Presidente AMLO dejó de ser el presidente del partido, sobrevinieron dirigentes partidarios que han quedado muy debajo de las expectativas. Aunque el actual y espurio dirigente (le llamo espurio porque no fue nombrado por la militancia sino por el INE) Mario Delgado, presume los triunfos electorales como propios y que se deben a su “eficiente dirección”, la verdad es que se deben al prestigio, a la autoridad moral del Presidente AMLO y a los claros logros de su gobierno. Los triunfos electorales en varios estados se deben a esta inercia política, y a que la mayoría del pueblo mexicano sigue convencida de la vigencia de la Cuarta Transformación. La selección de candidaturas -desde el nivel municipal hasta estatal- ha sido muy cuestionada. Desde las encuestas mismas hasta las designaciones finales, la militancia de Morena ha sido marginada de todas las decisiones y se ha sentido agraviada porque todo se ha decidido en los altos niveles cupulares y en componendas entre las dirigencias. Eso ha provocado que muchos militantes se hayan alejado de partido y muchos otros incluso se han incorporado a la Convención Nacional Morenista, que es la expresión verdadera del movimiento que dio origen a Morena y se ha convertido en la conciencia crítica del partido, atrayendo a sus filas a miles de militantes de todo el país.
Si Morena se llama a sí mismo un “partido de izquierda”, habría que analizar qué se entiende por eso. Estoy seguro de que Mario Delgado no tiene la misma definición de lo que significa ser de izquierda que Paco Taibo, por poner un ejemplo. El partido se ha llenado de “invitados” impresentables, que han sido convocados desde 2017 con Andrés Manuel y más recientemente por Claudia en Oaxaca y Sinaloa. Esto, que era entendible en 2017 porque era necesario sumar fuerzas para ganar las elecciones, ahora yo no le veo razón de ser. No hay ninguna razón para convocarlos a Morena. Si se quieren integrar al partido, no les podemos negar la entrada. Pero, ¿por qué invitarlos? No veo mal a priori que se sumen personas provenientes de otros partidos. Lo que veo mal es que se les de tanta importancia y preponderancia, incluso ofreciéndoles candidaturas y cargos. Lo malo no es que se sumen a Morena, lo malo es que traigan sus malas prácticas y mañas a nuestro partido. Morena está convertido en una agencia de colocaciones y trampolín político para políticos reciclables. No es más un partido de izquierda, y ya se le olvidó para qué nació. Padece de amnesia. Hay que rescatarlo. Por principio de cuentas, habría que reconocer que para que sea un verdadero partido de izquierda debería de funcionar muy diferente a como funciona hoy en día.
En primer término, debiera existir internamente la más amplia democracia. Es decir, los comités de base deben constituir la célula organizativa de un partido de izquierda. Hoy en día, los “comités de protagonistas del cambio verdadero”, CPCV (nombre oficial de los comités de base originales de Morena en el anterior Estatuto) han dado paso a unos comités de papel, que son pura simulación, llamados “comités de defensa de la cuarta transformación”, que tienen funciones estrictamente electorales. Los CPCV eran anteriormente la base de las asambleas municipales o delegacionales del partido, que hoy también desaparecieron del Estatuto. Y a partir de aquí, siguen en orden de importancia las asambleas distritales. Ya vimos el año pasado lo que concibe la dirigencia de Morena como “asamblea distrital”: es un centro de votación para candidatos participantes a consejeros sin ningún filtro previo, y afiliación automática a Morena en el momento mismo de votar. Se permiten ahora los acarreos y la movilización de votantes al estilo del PRI-PRD. En conclusión, la democracia interna, desde abajo, ha sido sustituida por las designaciones a conveniencia de la dirigencia del partido.
Segunda característica de un partido de izquierda: la formación política. No hay que olvidar que la mejor tradición de los primeros partidos socialdemócratas y comunistas fue la creación de círculos de estudios, como parte de la organización revolucionaria. En Morena, la formación política se imparte a través del Instituto Nacional de Formación Política (INFP). En un principio, el pretexto para que no funcionara este Instituto era que la Secretaria General en funciones de Presidenta (Yeidckol Polevnsky) no entregaba los recursos para su funcionamiento. Después, ya con recursos, el Instituto desarrolla sus actividades totalmente desligado de la parte organizativa, es decir, de los comités de base. Los pocos círculos de estudio que aún sobreviven fueron formados cuando existían los CPCV, aunque con poco o nulo apoyo económico y material de la RENACE (red nacional de círculos de estudio). El INFP no impulsa la creación de nuevos porque concibe la formación política como una “educación para formar intelectuales”, no para formar militantes verdaderamente críticos que desarrollen actividades organizativas paralelamente a “revolucionar conciencias”.
Una tercera característica que define a un partido de izquierda, ligada a las dos anteriores, es el desarrollo de actividades organizativas y de formación política hacia el EXTERIOR del partido. Dichas tareas podrían ser acometidas por los compañeros y compañeras con mejor formación política y hacer trabajo de difusión, propaganda y agitación no solamente casa por casa, sino también acudir a las fábricas, a los centros de estudio y con los trabajadores agrícolas. Contar para ello con un periódico SEMANAL elaborado por profesionales del partido (el periódico revolucionario es un organizador colectivo, decía Lenin), de alta calidad en su contenido y en su presentación, impreso en millones de ejemplares, para su distribución en todos los rincones del país, incluidos ¿por qué no? los centros militares, de la Guardia Nacional y de la policía, donde podrían formarse círculos de estudio también. En fin, la Cuarta Transformación, para poder trascender más allá de este sexenio, requiere de un partido revolucionario de nuevo tipo, un partido que sea también una “escuela de política revolucionaria” (Dussel) y no una simple maquinaria electoral: se requiere de un partido que dirija la radicalización y profundización del proceso de cambio.
Finalmente, el partido debe estar inmerso en las luchas del pueblo, con militantes del Morena participando activamente en los movimientos sociales, no quedándose como meros observadores. Cada lucha sindical, campesina, estudiantil, de pueblos originarios, debe contar con nuestra participación directa. Hasta ahora Morena, si acaso participa, lo hace de forma reactiva, cuando los movimientos ya se iniciaron. Morena no debe ser solamente la correa de transmisión de las “instrucciones” de los altos dirigentes, de las cúpulas partidarias, o del gobierno de la Cuarta Transformación. Debe ser también la conciencia crítica del Gobierno de la 4T, y el impulsor de propuestas que sirvan para radicalizar y profundizar el proceso de transformación. En suma, Morena debe pasar de ser una mera maquinaria electoral, a ser un verdadero partido de izquierda, con amplia democracia horizontal en su interior y con una visión de cambio amplia y radical. Debe recuperar la memoria, de dónde venimos y tener claro de a dónde vamos.
Imponer candidaturas como la del policía, muestra que MORENA apuesta a ganar espacios para que la revolución conservadora sea la vía para garantizar “vivir del presupuesto”; sin Programa Nacional Popular. Solo la rebelión de Activistas y militantes con una alternativa programatica, posibilitará que se convierta en Partido Movimiento.
Gracias por la información.
Indudablemente la 4T tiene vigencia en la actualidad, sin embargo; ver diluirse desde sus inicios las 3 primeras transformaciones en México, nos obliga a no permitir que sea diluido este esfuerzo social.
Los líderes ilustres de las 3 primeras transformaciones dejaron tareas que no se realizaron a cabalidad: por falta de información, comunicación, vicion de futuro pero, lo más importante de reconocer, el concervadurismo no deja de protejer sus intereses: nunca.
Es cuánto.
Bien y claro.