No se puede pensar a Morena al margen de discutir lo que ha sido su función histórica hasta ahora, esto es, su capacidad para revertir los efectos destructivos que impuso el neoliberalismo, pero al mismo tiempo reducirlo a esto sería estratégicamente un error.
Es claro que la integración de la mayor parte de los cuadros a la estructura del gobierno generó un problema serio al vaciar al partido, su estructura quedó entrampada en una lucha de poder sumamente pragmática, en donde los temas más importantes no se discuten en su seno. No es que no exista discusión, de hecho, el fenómeno que estamos observando es que la estructura no domina casi en ningún sentido la discusión social. Esta ha encontrado otros causes para expresarse.
Es importante que aclaremos algo que se deja de lado al pensar al partido, y es que, este es un reflejo del movimiento social que logró llevar a la presidencia de la república a Andrés Manuel López Obrador. Justo por eso, hay que dar cuenta que el partido entonces no nada más tiene raíces dentro de la izquierda.
El movimiento generó la posibilidad de dialogar a partir de la construcción de una especie de frente nacional. El desmantelamiento del estado mexicano obligó a varios sectores conservadores a replegarse de la estrategia emprendida por un sector muy entreguista al capital extranjero.
Por ello, vieron en López Obrador y en Morena la posibilidad de recuperar espacios que habían perdido por la corrupción y el entreguismo representando en el PRIAN. Asumieron entonces sumarse a la lucha anticorrupción y regresarle un papel más importante al Estado, sobre todo en el caso de detener el empobrecimiento de la mayoría, ya que esto impactaba directamente en el mercado interno.
Esta fuerza no ha dejado de presionar al presidente una vez que se instaló en el poder, y es que para ellos es determinante que no se modifique radicalmente la relación entre el ejecutivo y la clase empresarial. Hay demasiados ejemplos en cómo los intereses se han ido modificando en la medida de la correlación de fuerzas que el presidente tiene. Ahí está el caso más visible del ingeniero Carlos Slim primero negándose a que se cancelara el NAICM y después elogiando al AIFA.
Arriba, el sector empresarial tiene clara su función para colocar limitantes a lo que se ha dado en conocer como la cuarta transformación. Su sector más extremista, desde el primer día, asumió la estrategia golpista para reducir los márgenes de maniobra y sobre todo intentar la posibilidad de cerrarle paso a que la izquierda pueda profundizar su programa de gobierno.
Pero lo que se refiere al movimiento estado-céntrico, esta tradición que se construyó con los partidos de izquierda social y la escisión del nacionalismo revolucionario del PRI, hoy en día se encuentran en una pugna que no se basa en diferencias de programa político sino en capital político.
Las ideas de a dónde se debe dirigir Morena, y cómo construirse, está atravesada por varias disputas, dos de ellas pueden observarse por un lado en la pugna entre los diferentes sectores empresariales que buscan cooptar al partido y volver edificar la misma estructura del siglo XX del partido estado y controlar desde ahí el crecimiento económico.
Por el otro, un movimiento que, más que morenista, está integrado a la lógica del lopezobradorismo, de ese movimiento que se hizo en las calles y que tiene ciertas exigencias sociales para hacer valer, por lo menos, el estado de derecho y el establecimiento de un estado de bienestar.
Y en este último, a diferencia de los sectores empresariales que pugnan por sus beneficios e intereses directos, el movimiento social no se constituye a sí mismo en la defensa de los derechos de los trabajadores, para empezar, y para continuar en las diferentes luchas existentes hoy en día.
El sectarismo que guía este proceso es sumamente preocupante, tan sólo el lanzamiento de un movimiento nacional de bases que emprendió John Ackerman y otros liderazgos dentro del partido y que se concretizó en la Convención Nacional Morenista fue atacado con argumentos que podría reproducir cualquier miembro de la derecha. Se lanzaron insultos y descalificaciones por el intento de recuperar la discusión estratégica desde abajo.
Uno de los descalificativos recurrentes era que en la medida que habían perdido el control de la secretaria de la Función Pública se encontraban resentidos él y su esposa la doctora Irma Eréndira Sandoval o en algunos casos se lanzó la idea de que un extranjero no podía venir a decir aquí cómo hacer las cosas. Una serie de incoherencias, que en la izquierda simplemente no deberían ser aceptadas, y es que estas pueden ocurrir en la medida que se ha cancelado el debate y con ello la formación de cuadros.
La Convención Nacional Morenista intenta formar un núcleo que pueda avanzar en la recuperación de la estructura que en muchos casos se definen por una pinza muy delicada. Por un lado, la presión que existe por parte del golpismo para que el presidente pueda perder poder, y con ello, intentar dividir del lado de los gobernadores al movimiento, y por el otro lado una estructura que no tiene principios políticos sino intereses que cada vez que ve una oportunidad pone en venta los espacios, han vuelto las candidaturas una mercancía con la cual enriquecerse al venderla.
Justo cuando aparece un movimiento que intenta romper esa dinámica, se desprecia y se le minimiza, y esto sucede incluso entre compañeros que son consientes de este proceso, todo en nombre de mantener la gobernabilidad en este proceso tan delicado que vive la presidencia de ataques un día sí y otro también.
Pero hay que decirlo claro, esto de resistir, también va de organizar. Y por ende romper los hiatos existentes en Morena entre el movimiento estado-céntrico y el movimiento social que busca entablar un diálogo con él. Es evidente que no todo el movimiento social está en eso, sobre todo si observamos las resistencias opuestas a los megaproyectos presidenciales, que no nada más tienen que ver con movimientos orquestados por Claudio X. González.
Morena no debe permitirse convertirse en un dispositivo represivo de los movimientos sociales que lo nutren, si esto llegase a suceder, la izquierda perdería una oportunidad histórica. José Revueltas advirtió decisivamente en su poderosa denuncia “de un proletariado sin cabeza” la estructura vertical y autoritaria con la que se edificaron los partidos comunistas en el pasado. Esta estructura que fue funcional a la dinastía despótica de la URSS, pero que nunca pudo generar una organización efectiva en la lucha social más allá de sus fronteras. Alertaba que pretender romper la autogestión del movimiento social por una orden superior incuestionable simplemente no era la vía para construcción de alternativas y que esto daba paso a estructuras represivas, un contrasentido histórico.
No es intentando bloquear los esfuerzos como los de Ackerman y demás liderazgos como se fortalecerá el movimiento político de izquierda. La movilización, y sólo la movilización organizada, pueden ser una presión efectiva para que Morena vire mucho más a la izquierda y pueda nutrirse del movimiento social que fue la pieza clave para resistir al neoliberalismo y llevar al poder a la burocracia del gobierno de hoy. Desde aquí habrá que pensarse el acompañamiento al presidente en la defensa de la soberanía nacional ante los titubeos existentes dentro del sector empresarial incrustado en Morena y la presión ejercida desde el exterior.