En estos últimos días hemos podido observar tres lecturas distintas acerca del primer paso hacia el III Congreso Nacional Ordinario de Morena. Me refiero a las asambleas distritales realizadas en los 300 distritos electorales que existen en el país. Estas asambleas distritales son el momento sustancial de la democracia interna del partido de la Cuarta Transformación. Lo que ocurrió este fin de semana fueron dos filas: la de afiliación y la de votación. Lo que sucedió fue un “votas y te vas”.
La primera de las lecturas es la de de las derechas, la cual ha sido propalada por los grandes medios de comunicación, particularmente por los periodistas de gran impacto, porque son arietes al servicio de los intereses más oscuros y espurios que existen en México. Esta lectura trata de equiparar a Morena con lo peor de la política partidaria del pasado, la observada principalmente por el PRI, el PAN y el PRD.
La lectura reaccionaria busca hacer del proceso interno de Morena una oportunidad para desprestigiar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Es asombroso el cinismo de los columnistas de la derecha que se presentan como adalides de la democracia, cuando en el pasado reciente avalaban las peores prácticas políticas entre ellas los fraudes electorales y las elecciones de Estado. Ignoran que Morena procede de un vasto movimiento político y social que todavía no ha sido ahogado por las prácticas clientelistas y oportunistas.
La segunda lectura es la autocomplaciente que ha difundido la mayoría del Comité Ejecutivo Nacional, personalidades y sectores del partido que apoyan a Mario Delgado. Esta lectura mira la afluencia multitudinaria a las afiliaciones y votaciones en las llamadas asambleas distritales como “una fiesta democrática”, una muestra del carácter masivamente popular y democrático que ha llegado a tener Morena. No es menor que el líder moral de Morena, Andrés Manuel López Obrador, se haya pronunciado por esa lectura, acaso presionado por la interesada mirada de la derecha acerca del proceso interno de Morena.
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Finalmente, la tercera lectura acerca del Congreso Ordinario de Morena es la de la militancia y simpatizantes de Morena que advierten en lo sucedido este 30 y 31 de julio como un peligroso proceso que puede llevar a Morena perder su esencia. John Ackerman ha enarbolado esa crítica, y periodistas como Julio Hernández, Álvaro Delgado y Alejandro Páez Varela la comparten plenamente. Además de la afluencia electoral espontánea y desinteresada, lo sucedido en las llamadas asambleas distritales también fue un acarreo masivo organizado por maquinarias electorales con mucho dinero, encabezadas por oligarquías políticas procedentes de Morena, PRI, PAN y PRD.
Resulta falaz y ególatra el argumento del periodista Pedro Miguel cuando dice que el que él y Rafael Barajas hayan sido electos coordinadores distritales, es muestra de que la infiltración de priistas, panistas y perredista no existió. Falaz también resulta usar la elección de Miguel y Barajas como argumento que prueba que el acarreo no existió. Ellos no son lo único que sucedió en las llamadas asambleas distritales.
El que solamente 19 de 553 centros de votaciones hayan resultado invalidados, no implica que sean falsas las imágenes que vimos el fin de semana: listas de los candidato/as que fueron subidas al sitio oficial de Morena tres o cuatro veces con nombres distintos, escenas de violencia, largas hileras de autobuses y vehículos con gente acarreada para votar, boletas electorales acompañadas de papelitos con nombres de las duplas por las cuales habría que votar, operadores políticos votando en varias boletas electorales, personas que afirmaban estar esperando los 300 pesos prometidos por ir a votar por un candidato y una candidata previamente indicado, mapaches coordinando la afluencia de votantes, el que los lugares de votación hayan sido dados a conocer horas antes de la votación, filas de votantes apalabrados o comprados que tenían acceso privilegiado a los centros de votación, obstaculización para votar de aquello/as que no estaban comprado/as o apalabrado/as, candidato/as que ganaron con 4-6 mil votos.
También el que hayan acudido a las urnas 2.5 millones de votantes no necesariamente significa un momento democrático para Morena. En efecto una buena parte de lo/as votantes acudieron por su adhesión a la Cuarta Transformación y al presidente López Obrador, pero este 30 y 31 de julio también se observó lo peor de las prácticas políticas del pasado. El que este proceso sea sintetizado con la expresión “votas y te vas” muestra el desvirtuamiento democrático que vivimos.
Expresar esto no necesariamente nos hace a lo/as crítico/as “radicales aislados” como desde la gubernatura de Puebla se dijo. Tampoco nos coloca cerca de Monreal y de Reforma como falazmente ha dicho Epigmenio Ibarra acerca de John Ackerman. Esta expresión de Ibarra se acerca peligrosamente a un terrorismo ideológico propio del estalinismo y es una muestra de los rumbos equivocados por los que está transitando el partido de la Cuarta Transformación. ¿Será cierta la afirmación de Julio Hernández de que este fin de semana ha terminado de nacer una nueva Morena? ¿Estaremos asistiendo a la muerte del partido movimiento y el nacimiento de una versión nueva del partido de la Revolución Mexicana? El tiempo lo dirá, pero lo cierto es que la moneda está en el aire.