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¿Por qué el PRIAN defiende al INE?

Apuntes sobre la concepción neoliberal de democracia en México

En el tema de la disputa por el INE hay preguntas centrales de trasfondo: ¿por qué Claudio X. González, el PRI, el PAN y las grandes corporaciones mediáticas salen a defender la estructura electoral actual? ¿Por qué esos actores y no otros? ¿Por qué la derecha es la defensora del INE y no la izquierda heredera de las luchas democratizadoras de segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI?

Lorenzon Córdova responde que todos los ciudadanos que quieren defender la democracia defienden al INE, sin embargo, ello resulta contraproducente hasta para el mismo consejero presidente. El PRI es el gran artífice del Estado autoritario mexicano, tiene tras de sí decenas de masacres (la represión de 1968, la represión de 1971, la guerra sucia de la década de los 70s, Acteal, Aguas Blancas, étc), fraudes electorales, acarreos, compras de votos en masa. Por su parte, la historia del PAN muestra episodios como el desafuero de 2005, los spots de la campaña sucia de 2006, la intervención de Fox en las elecciones para “cargar los dados”, el fraude de 2006, la desarticulación de Luz y Fuerza del Centro, el outsourcing, la guerra de Calderón, etc.

¿En serio cabe la posibilidad de que esos partidos sean auténticos demócratas? Si en la misma berborrea escrita por Woldenberg, Peschard, Casar, Loaeza y demás ideólogos del INE, se ha reconocido su autoritarismo y su talante antidemocrático. Qué extraño que esos partidos, justo esos, sean los que sustentan la base de apoyo de Córdova y Murayama, ya que si en verdad están muy interesados en ser los abanderados de la lucha supuestamente democrática, escogieron la compañía que apunta exactamente en el sentido contrario, ¡qué paradoja!.

Todo ese apoyo más bien da muestra de algo distinto: esos partidos y actores que ahora salen en defensa de la estructura electoral actual, fueron sus creadores, auténticos organizadores de la institucionalidad neoliberal mexicana, incluida la concepción neoliberal de democracia que pervive (mercantilista, elitista, de competencia y consumo). Su defensa del INE es la defensa de la institucionalidad que ellos acuñaron, con las reformas que ellos aprobaron y con los acuerdos que ellos tejieron. El mismo Córdova fue elegido a través de un pacto elitario entre esos partidos. Lo extraño sería que no lo defiendieran: ¿por qué razón habrían de dejar sola a su criatura en momentos en que se busca crear algo distinto?

El INE, al igual que el Tribunal Electoral son instituciones creadas por el bloque neoliberal para establecer las reglas de acceso y rotación en la conducción del Estado y fueron parte esencial en la legitimación de los procesos autoritarios del Estado neoliberal, cuando fue impugnado por los movimientos sociales de 2006 y 2012.

Si bien el grupo electoralista del INE asegura ser el heredero de una larga lucha democrática, ello no es tan cierto como lo hacen ver y por ello es bien importante realizar un análisis histórico complejo, más allá de los relatos simplistas y triunfalistas woldenbergianos.

Luego de algunas décadas de la estructuración del Estado autoritario posrevolucionario emergieron en la segunda mitad del siglo XX, múltiples movimientos sociales que pugnaron por una democratización profunda de la política nacional. Esa oleada comenzó con el movimiento estudiantil de 1968 y continuó con la multiplicación de organizaciones clandestinas que, ante el cierre de canales institucionales y la represión del PRI (sí, ese mismo partido que ahora paradójicamente forma parte de la base de apoyo de Córdova y Murayama) optaron por la lucha armada, duramente aniquilada por la guerra sucia de la década de los 70s.

En ese entonces comenzaron a surgir dos vetas distintas de oposición al PRI: la proveniente de la organización empresarial (Coparmex, Consejo Coordinador Empresarial) que se aglutinaría alrededor del PAN y cuyo princnipal líder empresarial fue Manuel Clouthier; y la veta proveniente de las luchas socialistas de diversos partidos (junto con organizaciones obreras y movimientos populares) entre los que destacan el Partido Comunista Mexicano (luego Partido Socialista Unificado de México), el Partido Mexicano de los Trabajadores, el Partido Patriótico Revolucionario, el Partido Popular Socialista, el Partido Revolucionario de los Trabajadores y otros más, cuyos principales exponentes fueron Arnoldo Martínez Verdugo, Heberto Castillo, Rosario Ibarra y Demetrio Vallejo (a ellos se sumaría más tarde la escisión nacionalista del PRI de Cuauhtémoc Cárdenas).

Ambas vetas convergieron al oponerse al fraude presidencial de 1988, sin embargo, con la imposición de Carlos Salinas, la veta proveniente de la gran burguesía y el PAN como su partido representante cerraron filas con el salinismo(gracias a la operación de Diego Fernández de Cevallos) y se aliaron para consolidar la formación del Estado neoliberal mexicano. Después de eso y en mutuo acuerdo, para evitar una nueva crisis de legitimidad como la expresada en 1988, PRI y PAN tomaron la batuta en la construcción de una nueva institucionalidad neoliberal que daría como producto al Instituto Federal Electoral (IFE) en 1990.

En los años posteriores a la consolidación del IFE, ganó terreno una corriente de intelectuales orgánicos que se guarecieron no bajo una concepción popular de democracia, sino bajo una concepción burguesa y neoliberal de democracia. Si bien, Miguel Ángel Granados Chapa, Jaime Cárdenas o José Agustín Ortiz Pinchetti pudieron mantener viva una noción de democracia alternativa al interior del IFE, eso solo fue durante los primeros años, posteriormente se fue instalando una lógica tecnocrática que habría de precisar que la única forma de introducirse a la conducción del IFE sería a través de una expericie técnica que acumulara saberes y títulos académicos, hecho que desde luego redujo el círculo dirigente del IFE a un número muy reducido de intelectuales orgánicos, muchos de ellos formados en universidades extranjeras, particularmente estadunidenses.

El tema siempre obviado, sin embargo, es que en la década de los 90s comenzó en el mundo una contrarrevolución ideológica debido a la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, en donde se instaló la idea de que solo la concepción capitalista de mundo era la única concepción posible y se instaló la idea del libre mercado como dogma fundamental incuestionable.

En la inmensa mayoría de universidades del mundo se extendió una reestructuración ideológica que dio pie a la formulación del neoliberalismo como corriente ideológica hegemónica. El neoliberalismo se introdujo en las escuelas de economía, comercio y finanzas, pero también en las de ciencias sociales y ciencias políticas. Ahí se implantó la idea fundamentalista de que la única democracia posible y correcta era la democracia burguesa capitalista de libre mercado. Desde luego que Estados Unidos, como el gran hegemón capitalista jugó un papel fundamental financiando becas, estudios, simposios que estuvieran enmarcados en esa, su concepción de democracia.

Gracias a ese vuelco ideológico, los principales intelectuales del INE se apropiaron de aquella concepción burguesa de democracia, asegurando que la única democracia posible es aquella en donde existe una libre competencia entre partidos políticos que luchan por atraer el voto ciudadano como ejercicio de consumo, y con ello, acceder al poder. La lógica mercantilista en la que las empresas compiten libremente por el consumo individual se instaló en la organización de la democracia como una verdad total e incuestionable, dando lugar a la formación de una concepción neoliberal de democracia en la que los partidos son una suerte de empresas que compiten libre y descarnadamente por el voto de los ciudadanos, haciendo que la política se convirtiera en un producto a vender y el voto una moneda de cambio para comprar.

Woldenberg, Peschard, Merino, Creel, Lujambio, Pozas, Nacif, Ugalde, Córdova y Murayama, todos ellos consejeros del IFE/INE, se parapetaron en esa concepción como un dogma inalterable, de esa manera, pudieron justificar ideológicamente su inclusión en el bloque neoliberal y legitimar su acción con el cuento de la “transición a la democracia”, que no fue otra cosa más que una apertura a la libre competencia entre partidos al interior del régimen político. Eso explica por qué hay tanta coincidencia entre la gente del IFE/INE y el PRIAN en términos de la concepción de democracia que rige al Estado mexicano, comparten la misma visión neoliberal de la política y de la democracia en un acuerdo ideológico implícito y que buscan que nadie cuestione.

El IFE/INE y el Tribunal Electoral fungieron como guardianes del régimen neoliberal en su concepción de democracia y legitimaron los fraudes electorales federales de 2006, 2012 y múltiples fraudes locales, como el del Estado de México en 2017.

No es para nada extraño que luego de toda esa historia, el bloque neoliberal salga a defender su orden institucional porque de eso depende salvaguardar las reglas que sus integrantes impusieron en el acceso al poder. Es absurdo que nos quieran vender el cuento de que no existen intereses político-económicos detrás de la defensa del aparato electoral actual y de que es un tema de “ciudadanía vs autoritarismo”, buscando manipular de un tajo la historia y borrando la memoria de lo que ha sido la lucha por la democracia en México.

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